martes, 16 de agosto de 2016

Statement

Nos interesa la cuestión del aura en relación al sujeto y el objeto. Walter Benjamin define el aura como una trama particular de espacio y tiempo: la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse. El autor expone: “mi definición del aura en su condición de lejanía de la mirada despierta en lo mirado”. De estos conceptos de aura que propone Benjamin no nos interesa tanto tomar su enfoque en el problema de la reproductividad técnica y centrarnos exclusivamente en la obra de arte, sino trasladarlo a cualquier objeto y las huellas que sus dueños temporarios dejan en ellos, la importancia de estos en la vida de sus dueños. Pero el concepto de huella no nos alcanza para describir esta experimentación: “La huella es aparición de una cercanía, por más lejos que ahora pueda estar eso que la ha dejado atrás. El aura es aparición de una lejanía, por más cerca que ahora pueda estar lo que la convoca nuevamente. En la huella nos apoderamos de la cosa, el aura se apodera de nosotros”. Nos interesa esa aparición irrepetible de una lejanía y el retorno de lo perdido e irrepetible, que se da cuando una persona mira un objeto que perteneció a otra persona y que la primera desconoce, y lo que esta puede descubrir de su antiguo dueño a partir del objeto o lo que se puede imaginar a través de este. Personas que pasan de manera efímera por esta vida y mueren y son olvidadas, teniendo una segunda muerte. 
Los objetos construyen a las personas porque están cargados de vínculos, historias y experiencias por lo tanto son condensadores de sentido. Conocer a una persona a través de sus objetos más significativos, nos permite un acercamiento mucho más profundo, interior e impredecible que se sale del lugar común. Benjamin también plantea que “No es casual que el retrato esté en el centro de la fotografía más temprana. En el culto al recuerdo de los seres queridos lejanos o difuntos tiene el valor de culto de la imagen su último refugio. En la expresión fugaz de un rostro humano en las fotografías más antiguas destella así por última vez el aura”. Bazin plantea que el retrato , nos ayuda a acordarnos de aquel ser querido y salvarlo, por tanto, de una segunda muerte espiritual. Ese instante fugaz en el que la fotografía fue tomada, puede perdurar como recuerdo de una vida mientras que haya sujetos que “llenen” ese espacio entre la experiencia y la representación del objeto gracias a la memoria, manteniendo así el aura. Es por eso que para no olvidar a los seres queridos se utilizan los retratos de estos (permanencia formal) en el cual la imagen de lo real alcanza un destino temporal autónomo. Como dice Andre Bazin “La muerte no es más que la victoria del tiempo. Y fijar artificialmente las apariencias carnales de un ser supone sacarlo de la corriente del tiempo y arrimarlo a la orilla de la vida” , pero cuando los que recuerdan también mueren u olvidan, los fallecidos dejan de permanecer, solo quedan sus objetos. Estos objetos llegan luego a otras personas y pueden no tener la misma importancia que tuvieron para sus anteriores dueños. ¿Cual es el valor que tenía antes y que ya no tiene ahora? 


Benjamin plantea “Las cosas de cristal no tienen ‘aura’. El cristal es el enemigo del misterio, y lo es también de la propiedad”. Nos interesa la idea de que no se puede saber realmente por lo que pasó ese objeto. No podemos saber con certeza qué significó para otras personas que ya no existen, pero podemos conocer más sobre ellas o imaginarnoslo. No podemos saber qué historias presenció el objeto, pero sí podemos adjusicarselas y saber que las presenció y eso es lo que considero que le devuelve el aura al objeto. Nos enfrentamos ante el poder que tiene este objeto de ocultarnos, de generarnos un misterio, que no tenemos posibilidad de resolver. 


Integrantes
Juan Cruz Gomez, Maria Belén Araya, Belén Ricardes, Fiorina Albano y Giuliana Gemetto.

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