miércoles, 1 de junio de 2016

Bitácora- Día 2


El lunes luego de ir a clase, nos fuimos para Cucullú. Estaba lloviznando y tras las lluvias del sábado y el lunes, el camino hacia el horno de barro estaba un poco más embarrado de lo normal. Sin embargo, pudimos llegar hasta la entrada del predio sin problema. Eran las 6:30 de la tarde y el sol ya se estaba escondiendo. Nos encontramos que la puerta de la tranquera estaba cerrada, ya habían terminado su horario laboral y cada familia estaba dentro de su casa. Un perro nos vino a recibir y nos observó desde el otro lado de la tranquera. Nos acercamos a una casa, dimos unas palmadas y después de unos minutos una señora apareció. Le preguntamos por Juan, uno de los trabajadores que ya conocíamos y nos indicó cual era su casa: una del fondo. Saltamos la tranquera y llegamos hasta su casa. Tocamos su puerta y Juan nos recibió amablemente. Nos quedamos en la puerta charlando, nos contó que el fin de semana no habían podido trabajar por el tema de las lloviznas y que ese lunes se había ido a cazar liebres al campo. Pasados unos minutos de conversación, nos invitó a pasar a su casa. “¿Quieren pasar? Esperen que ordenó un poco” nos dijo. Pasamos y nos encontramos con un ambiente muy pequeño, una mesa rectangular, una heladera, un horno, una mesada y la televisión a lo alto prendida en un volumen muy alto, paredes sin revocar y húmedas, la puerta no cerraba del todo bien y pasaba por abajo mucho viento. La casa es del patrón, dueño del horno, no tienen que pagar alquiler ni luz, el resto de las necesidades se encargan ellos. En una de las esquinas había una garrafa con una pantalla que era utilizada de calefacción. En una de las paredes había una salamandra pero Juan nos contó que no la prenden por que no tienen leña, la leña que hay en el horno está curada con veneno. Hacia la izquierda, se veían dos ambientes más, las habitaciones con dos sábanas puestas como cortinas para cubrir la puerta. Dentro de la casa estaban: la mujer, sus dos hijas: Jazmín de 1 año y Lara de 6 años, la tía de las nenas y el primo de Juan. Juan y su mujer están juntos desde los 15 años. Actualmente Juan tiene 23 años y su mujer 22. Juan trabaja en el horno de Cucullú desde el 2012. Previamente, trabajaba en otro horno un poco más lejos de donde está ahora. Lara nació mientras vivía en el horno anterior, y Jazmín en el horno actual de Cucullú. Una de las cosas que más nos sorprendió, fue la actitud y personalidad de Lara, la niña de 6 años. Al instante comenzó a hablar con nosotros y contarnos de las cosas que hacía. Nos contó que iba a la escuela de Cucullú, y que la semana pasada tuvo que faltar porque el médico le ordenó reposo por un resfrío, y que no le gustaba nada tener que faltar al colegio. Nos contó de las novelas que mira, unas tras otra, y que no hay otro niños de su edad en las demás familias que viven en el horno, por eso ella se entretiene el colegio, y en su casa mira televisión o juega con su hermana pequeña. Nos contó también de sus pocas visitas al pueblo de San Andrés de Giles, ya sea para hacer comprar grandes o para comprarle “las fibras” de colores que ella necesitaba para la escuela. Todos los días después de comer, Lara y su mamá caminan por el camino de barro hacia el pueblo de Cucullú para que ella asista a la escuela rural. Con su madre, no pudimos entablar mucha conversación, lo poco que sabemos es que durante el día ella se queda en su casa y se ocupa de las niñas, se queda con jazmín (la bebé) realizando las tareas del hogar y se encarga de llevar y buscar a Lara a la escuela. También visita a su madre, que se encuentra viviendo en una casa en el predio de al lado de la suya
En cuanto a Juan, nos contó que no está conforme con su trabajo, a diferencia del primer hombre al que conocimos: Francisco. Su sueldo es muy poco, y a veces no alcanza para mantener la familia, nos habló de su deseo de irse a vivir a giles con su suegro y viajar al horno a trabajar, aunque lo ve como algo muy complicado, casi inaccesible. Juan nos dijo que asado solo comen cuando han tenido una semana exitosa de trabajo y pudieron cortar muchos ladrillos. Vale aclarar que cada 1mil ladrillos le pagan 240 pesos. Además, nos comentó que no tiene mucha relación con las demás familias fuera de lo que es el ámbito laboral. Ya se hacía tarde. Nos despedimos de la familia, diciéndoles que volveríamos pronto. Salimos de la casa y ya estaba todo oscuro. Un pequeño foco a lo lejos, alumbraba la salida de la tranquera. Emprendimos el viaje de vuelta.






2 from Giuliana Gemetto on Vimeo.

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